miércoles, 9 de mayo de 2007

Introducción a la escalera (welcome to the escalera)

Peldaño inicial/ Primer escalón:



La escalera
me provoca confiada
pues no tiene fin
(del libro "Escalinata de Haikus: Vol. 1")


Mi nombre es Caín Abel Bondark...Durante gran parte de mi vida recibí cargadas sobre la composición de mis iniciales...Soporté que me dijeran en el aula..."ehh Club Atlético Belgrano..."......o que me gritaran por la calle..."Club Atlético Banfield"...y hasta dejé que algún listillo se propasara añadiendole una Jota al final de mis iniciales...Aunque creo que la mayor broma me la gastaron mis padres al bautizarme con aquellos dos nombres que marcarían mi destino...encaminando mis pasos por una escalera que no se suponía que debiera subir...De muchacho fui siempre, por naturaleza, inquisitivo...curioso... Y el rechazo y aislamiento al que me sometido cuando estaba comenzando a formar una identidad...no hizo otra cosa que apuntalar más estas cualidades que Dios con sospechosa e inescrutable generosidad me había provisto... Convertí en ícono de adoración y estudio a personas, objetos y circunstancias...
Me volví obsesivo...

Por ese entonces fue que adquirí un fuerte interés por las escaleras... La curiosidad que suscitaban en mí mente infantil era casi magnética...podía sentirla en la piel...Ya desde aquellos tiempos sentía gran inquietud por saber que había al final de cualquier escalera que se cruzara en mi camino... Allí donde veía una puerta abierta y tras la puerta una escalera que comenzaba...mi mente comenzaba a generar todo tipo de hipótesis...y sentía el impulso incontenible de tener que pisar, al menos, el primer escalón... Fue recién hace muy poco que me pregunté a mi mismo...sobre el orígen de esta fijación con las escaleras, del primer momento en que una de ellas había atraído mi atención...Me puse a meditar una noche, sentado en mi escritorio de trabajo. Corrí unos papeles, tomé uno en blanco y un lápiz. Una serie de recuerdos cayeron en cadena sobre el papel...

Recordé a mi abuela bajando de espaldas la escalera de casa... Era una imagen fugaz. Recordé esa misma escalera de mi patio, años más tarde, cuando atamos a Cuco en el último
escalón porque ladraba enardecido cuando venían a cambiar las garrafas de gas. Fue una
tragedia para mis ojos encontrarlo colgando de esa altura por su correa...pendiendo...ya muerto.
La más empinada de las escaleras...era la de la pensión donde vivía mi tía Lica. Cuando iba a visitarla nunca subía hasta su habitación, me lo tenía terminantemente prohibido. Siempre
la esperaba en el patio, donde tomábamos mate y comíamos los chipás que ella cocinaba. Un
día bajaba la escalera con la bandeja de chipá, trastabilló y cayó más de doce escalones. Se
rompió la muñeca de la mano derecha.
En mi escuela secundaria había una escalera que guiaba a dos aulas adicionales que poco se usaban. Por lo general eran ocupadas por la Señorita Cepeda, una simpática y dócil anciana, profesora de Educación Cívica. Ella prefería esas aulas, arguía que la altura disminuía el ruido, creando así un ambiente de estudio más apropiado. No hubo clase el día en que su sobre peso traicionó sus pasos y la hizo caer rodando por los escalones para encontrar la muerte a la vista de todos los impresionados alumnos que disfrutaban aun del recreo... La escalera permaneció, tras ese desafortunado acontecimiento, bloqueada por un enrejado. Nunca tuve oportunidad de subirla siquiera una vez, ni conocer las dos aulas de arriba.
Dejé el papel a un lado y pensé en todos los sucesos que me involucraban con escaleras...

Pude notar con facilidad...que en todos...sin excepción...había un elemento de infortunio.
Alguien siempre salía lastimado. No juzgué tan descabellada la idea de Cortazar de escribir
instrucciones del adecuado uso de las escaleras entonces... Aunque presentí que mi abuela
sabía más...

Dejé las cavilaciones oscuras por un momento. Me paré en frente de mi ventana, corrí las
cortinas...y como todos los días a las 4 de la mañana, prendí mi pipa y observé al vecino de
en frente cavar en su patio trasero y enterrar una sospechosa bolsa de consorcio con forma
de cuerpo humano. Las pompas de humo flotaron y jugaron en el aire. Hipnotizado por la danza
del humo...y sin quererlo, retomé los pensamientos que había dejado abandonados en el
escritorio...
La escalera que recordaba con más intensidad...con exaltación y perturbación
simultanea...era una que había descubierto por una vereda de la calle Colón. Por esta calle
abundaban los negocios de ropa, kioscos y comercios varios... Caminaba por allí casi a diario
y nunca había notado esa puerta hasta entonces... Trasladé mi mente a ese día en que asomé mi cabeza por el umbral de la puerta y en la penumbra vislumbré la escalera... Era hermosa, de madera lustrosa y bien cuidada. El pasamanos era de un precioso metal moldeado con las formas más atrayentes que había visto jamás. Sentí un agudo y apremiante sentimiento en el pecho que puedo ahora tan solo identificar como el destino guiando mis pasos hacia lo inevitable. Miré a los dos costados de la vereda desierta y me lancé hacia la escalera...subí rápidamente tres escalones y me paralicé. Así como la curiosidad, en un arrebato, me había llevado a subirla, el miedo me
hizo bajarla, corriendo también...para no volver nunca más... Al menos eso creí...

1 comentario:

Nono dijo...

Ahora voy a empezar a ver distinto las escaleras.... ahora entiendo muchas cosas que antes me eran incomprendidas.


Sin más me alejo lentamente a mi contubernio